30 de junio de 2013

El Invitado de Honor



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De alguna manera permitimos con nuestros amigos realizar encuentros que marcan la distancia de la nostalgia en un grato abrazo que pasado el tiempo, es más un acto de reafirmar el cariño y el apego por la amistad construida por los años que por la misma ausencia o ingratitud como tal.
Amistades que se van demarcando en la vida por el perfil con el que las vamos construyendo, perfiles laborales, amistades producto de la casualidad o de algún error, amistades escolares o de estudio, amistades de la vida como dirían los poetas, amistades al fin y al cabo.

En oportunidades diversas, siempre acompañamos la risa y la camaradería con bromas que no sabemos qué tan infantiles o inocentes puedan llegar a ser a oídos de quién las corresponde, y es en estos casos, como el mío en particular, dónde uno toma la decisión de reprochar la broma o darle un sentido inocente y darle vida al juego con el azar de un nuevo comentario.

Pasa pues con esas amistades productos de la casualidad que vamos forjando con los años la visita de un nuevo comentario, vamos avistando nuevas experiencias, nuevos relatos, hasta inventamos u omitimos experiencias de vida, todo con tal de complacer a nuestros interlocutores en charlas que se amenizan, al mejor estilo de la vendimia, que se orientan al recuerdo de años pasados, de días olvidados, conversaciones que se profundizan con análisis políticos o económicos con relación a la situación de la nación. Conversaciones que ambientamos con relatos de viejos o nuevos amores, amistades que nos dan cuerda para elevar hasta el cielo la más inoperante de las cometas, pero que sirven como polo a tierra para reforzar lazos que el tiempo ha cedido a la nostalgia.

No encuentro quizás la palabra idónea para cada situación, por más incómoda que ésta pueda llegar a presentarse, pero todos estamos expuestos a la madurez de quien calla y a la insolencia de quien prefiera arrebatar la palabra con un silencio más incómodo que el anterior, y es que aunque nos parezca una ofensa, es un acto natural de la nostalgia. Vemos en los ojos de quien nos habla la misma confianza de ese amigo que fue otrora tiempo, pero las cosas cambian, las personas cambian, el mismo lenguaje cambia.

No me es grato saber que invitando a alguien a la casa pueda encontrar en ese alguien a un extraño que llega por primera vez a nuestro hogar. No es grato tampoco saber que ese fulano con quien se brindan las mejores intenciones, se entrecrucen comentarios a modo de broma que para quien los escucha puedan ser hirientes, a pesar que años atrás algunos de esos comentarios hayan sido una mera broma de la insolente juventud.  No es grato para nadie, recibir a quien no ves hace un buen tiempo y encontrar en sus observaciones, frases que se escapan por cada tema de conversación, como si se tratase de una espiral, que con el viento, lleva de lado a lado al ritmo de la charla bromas y palabras hirientes, pero inocentes al fin y al cabo, pues quien habla no es quien escucha, simplemente, es quien intercede entre el ayer y el hoy.

La gratitud por supuesto, se lleva en el silencio, porque el herido no es el que está en combate, pues las palabras no son una guerra cuando de dos viejos se unen a retomar historias de otros pasajes de la vida. La gratitud se lleva por dentro y se conserva, pero oh sorpresa la que se estampa cuando pasado el tiempo se sigue sintiendo la molestia de aquel encuentro, como una semilla de rabia que se acumula, que se siempre, como una humillante conversación en vez de ser pues, una agradable charla de un par de viejos amigos.

La gratitud se lleva por dentro.

AV


24 de junio de 2013

El Gran Observador



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Esta semana el canal de Documentales por TV “History Channel” en convenio con algunas empresas y medios de comunicación Colombianos dio a conocer el resultado de un concurso que viene realizando alrededor del hemisferio Occidental denominado “El Gran (Ubique aquí la Nacionalidad del caso)”.  Para la ocasión, se trató del resultado del concurso On line para elegir al que los votantes del website consideraran, entre múltiples opciones, cuál de todas era su mejor opción para ser elegida como El Gran Colombiano”, título que se le otorgaría a ese personaje histórico que representara los sentimientos patrios y nacionales de los votantes, sin importar si se tratase de un personaje de la farándula, del sector cultural, algún deportista consagrado, Políticos, Juristas o representantes de la Iglesia. Sin importar si se tratase de un personaje vivo o muerto.

El resultado de dicho concurso a manera de documental, dio como ganador al Ex presidente de la República de Colombia (2002 – 2010) señor Álvaro Uribe Vélez, siendo así reconocido pues como “El Gran Colombiano”. A partir de este resultado las redes sociales y los espacios de opinión comenzaron a colapsar con argumentos a favor y en contra de dicho resultado, al mejor estilo de un reinado de belleza, en el que muchos asegurarían que les robaron el premio y otros por su parte lo considerarían justo y muy merecido.

Tantas opiniones surgen alrededor de un personaje tan polémico como el concurso en sí, en primera medida porque el concurso si bien es libre de convocar a quienes lo desee y para los fines que se proponga, no significa que represente la cultura y tradición de una sociedad o un escenario real, por el contrario, es una fotografía instantánea de un momento de opinión en un significativo número poblacional. De igual manera, la polémica sobre el personaje en cuestión sobrepasa los límites de la ficción que un concurso pueda brindar y se asienta en la polarizada y costumbrista opinión pública colombiana, en la que los amores y los odios se encuentran con frecuencia en redes sociales, cafeterías, pasillos y transporte público.

Frente a lo anterior, revisemos por partes cada una de las situaciones, ejerciendo nuestro libre derecho de analizar, opinar y observar sea ya desde las vísceras o desde la ignorancia metódica. Primero hablemos del ganador, el señor ExPresidente de la República de Colombia, a quien sin importar mis opiniones o percepciones sobre su persona o legado político, debo de reconocerle su labor como figura mediática. Aquí el primer análisis al respecto:

Álvaro Uribe además de su rol como Presidente de los colombianos por 8 años consecutivos, ha logrado permanecer en el escenario de opinión constantemente, sea pues para generar opiniones favorables o desfavorables sobre los temas de la agenda pública, su constancia y en ocasiones, intensa actividad mediática hace que su nombre (Personal Branding)  siga vigente en el imaginario cultural de los que son sus espectadores.
Otro asunto a considerar influyente es la generación a la que se ha logrado influenciar y es pues, que gran parte de los jóvenes en el rango de los 15 años del año 2002, hasta el día de hoy sólo han conocido un Presidente de la República y en se mismo orden de ideas, han podido identificar lo que es la política ya con la madurez de la edad, es decir que su criterio a favor o en contra de Uribe Vélez es basado exponencialmente en una única experiencia política, y la generación siguiente, es decir los quinceañeros del 2006 hasta nuestra fecha han servido como refuerzo de esa escuela dogmática a favor o en contra del ExPresidente, ahora tenemos una población que además de polarizada, está de alguna manera sesgada con lo que serían conceptos y preceptos históricos, políticos, culturales y hasta Ideológicos, pero claro, son meras especulaciones pues en cierto sentido es difícil dimensionar de todo este segmento poblacional cuál ha participado y de qué manera en este proceso de influencia mediática del señor ExPresidente, sea ya para apoyar o rechazar al personaje en cuestión.

Luego viene como otro aspecto a considerar el asunto del concurso. “El Gran Colombiano” surge como una iniciativa de algunos medios de comunicación con el propósito de “generar debate y reflexión sobre los protagonistas más sobresalientes de la historia del país elegidos por nuestra audiencia, con el fin de que el público saque sus propias conclusiones”. Lo primero a considerar en este tipo de concursos es la población participante, es decir, el votante, el que tiene el poder de decisión e influencia sobre los resultados a esperar.
Quienes participaron de esta convocatoria con su voto son ciudadanos con acceso a las TICs y servicio de internet, una población más pequeña con acceso al servicio de televisión por cable para ver saber del contenido del Canal “History Channel” y claro, de esa población, surge otro número más pequeño con capacidad de análisis y formación educativa / cultural para decidir entre múltiples opciones, cuál es su personaje a elegir. Desconocemos la edad de los votantes al igual que su condición social, pues es un concurso que deja abierta la puerta del voto a muchos menores de edad, la real población activa del universo 2.0 o Internet.

El concurso deja abierto el resultado a la voluntad de quienes participan con su voto, sometiendo personajes de toda índole al parecer de quién vota.  No hay justicia por la sencilla razón de que no hay campaña electoral ni reglas de participación para los candidatos, por el contrario, tanto fallecidos como vivos compiten en una desigualdad histórica: Quien tenga más “Fans / Amigos” logrará hacerse ganador, pues vivimos ahora en una actividad comercial / cultural en la que todos los premios y méritos en Redes Sociales y Páginas Web se logran no por el mérito del participante sino, por la cantidad de amigos y fans que logre convocar para que le apoyen con un voto, un Like, un Fav o un sencillo RT, entre múltiples opciones que cada web ofrece. Aquí se premia a quien tenga más tiempo de generar influencia y convocatoria para juntar votos, no a quien represente los valores de una nación o los principios de una Patria, una Historia o una Ideología. No se nos puede olvidar este aspecto tan importante.

Muchos focos de opinión en contra del ganador afirmaban quizás con rabia o desconsuelo, que buscarían cambiarse de nacionalidad, que el ganador no le representa como colombiano o que ganó la cultura paramilitar y de la ilegalidad, entre múltiples voces de rechazo. A ese grupo poblacional es quizás la tarea más difícil hacerles entender que aquí no ganó nadie, pero si perdieron muchos, puesto que se elevó la polarización política y se legitimó ese Estado de Opinión en el que muchos colombianos en el rango de 19 – 35 años de edad estamos sometidos por diferentes fuentes,  polarización que además lo que logra es legitimar al ganador, pues ha triunfado quien mejor ha sabido conservar la tensión mediática.

Es sensato en este aspecto indagar cuántos conocían del concurso meses atrás, o si solo se enteraron del mismo la noche de la premiación. Del mismo modo, es fundamental saber cuántos de los opositores participaron con su voto en la página web del medio de comunicación y cuántos lo hicieron por influencia de un amigo o un familiar.
Otra pregunta que surge es pues, ¿cuántos de los opositores entienden que este es el resultado de nuestro presente?, pues fueron los ciudadanos del presente los que votaron, no las generaciones anteriores. Este resultado es similar al de los programas de realidad por televisión, en el que los votos siempre dan beneficio a quien menos representa los valores de la patria, por la sencilla razón de que quienes salen (entran a la red) a votar no siempre son los mismos electores que salen a las urnas a votar en un proceso electoral democrático, y, los pocos que participan de ambos escenarios de “participación” por lo general, son civiles con puntos de opinión inestables  y con fragilidad de influencia de opinión (no todos, pero sí gran parte de la población).

Quizás lo extenso de este escrito haga que termine por escribir las ideas principales, pues a decir verdad no logro publicar todo lo que pienso al respecto, pues en la medida de lo que se escribe se va dejando de lado muchas variables e indicadores que sirven de base para la generación de opinión, pero para mi caso, esta opinión es más una descripción del escenario actual más que de las causas de dicha situación.

El triunfo de Uribe sobre García Márquez, Patarroyo, Falcao y demás políticos influyentes de nuestra historia como país solo evidencia que tanto en lo electoral como en la ficción de los medios de comunicación, nunca por más méritos o reconocimientos de por medio existan, se ganará un concurso de opinión sentado con los brazos cruzados esperando a que la gente de clic y haga su voto, por el contrario, el ganador es y siempre será aquel que logre “movilizar” a sus contactos, amigos y familiares para así reunir la mayor cantidad de votos a su favor, movilización que no pudieron ejercer competidores como Antonio Nariño, Jorge Eliecer Gaitán, Luis Carlos Galán, Jaime Garzón o Policarpa Salavarrieta y ello, no significa que como nación no tengamos una historia política sólida y un presente político dinámico, significa pues, que nos encontramos ante una constante ola de opinión del consumidor.

Para cerrar, pues puedo extenderme tanto como quisiera y a decir verdad, prefiero dejar el resto del análisis a un escenario real, como un café o un Bar, debo decir que no me incomoda si el ganador fue o no Álvaro Uribe sino, la reacción de quienes no entienden la diferencia entre Ficción y realidad, pues si la realidad quiere dar un premio, será pues la misma realidad la que nos condene.

Reflexionemos.


AV

Se Fue


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Todos tenemos canciones y secretos que de cierto modo nos identifican, sea su melodía, sea su letra, sea la experiencia vivida como banda sonora con dicha canción. Todos tenemos un lado salvaje y un lado cursi, inclusive vivimos de las apariencias que el sol de los días nos exige, somos guerreros, soldados, somos monaguillos o poetas, somos delincuentes y hasta podríamos ser patriotas, en todos los roles, buenos y malos, sentimos que una parte de nosotros se eleva de piel para afuera, dejamos un poco de nuestra historia, reconfiguramos nuestra identidad, o quizás, la alineamos.

Canciones como todas las que hemos escuchado en nuestros años de vida, algunas para enamorarnos, otras para desprendernos de nuestra humanidad y sufrir por el dolor de una amor, canciones que nos llevan al éxtasis de la noche y nos hacen brincar y cantar a grito herido, canciones que nos transportan a otros tiempos y nos acercan a familiares y amigos, canciones que intentan dar sentido a nuestra soledad, canciones para todo, hasta para morir.

No somos perfectos y es en este apartado donde comienzo a hablar en primera persona, porque ya esto no permite que haya daño a terceros, ya se me impregna un inviable y fuerte latir en mi corazón, hace que mi sinergia sea desbaratada por lo más mundano que la soledad nos pueda impregnar: Tener canciones, libros, películas e inclusive placeres culposos que no solemos compartir con nadie, porque precisamente, por la culpa, nace de nosotros una vergüenza que no sabemos dominar.

De joven, es decir, desde pelao´ escuché por accidente en una emisora local esta canción y claro, quedé flechado. NO sabía si era la voz de Laura, la poesía de la misma o la melodía irreconciliable del teclado, una melodía que lo ubicaba a uno en lo popular, como si la cura del Cáncer dependiera de ello.  

Pasaron los años y uno siempre tiene fe que el error sea un mero descuido de la pubertad, pero no. La vida es traicionera y peor cuando sus cachorros están aun a la expectativa de un mundo mejor tal como lo es mi caso en particular. Estaba más mayorcito y nuevamente, en una ruta de Bus municipal sonaba la radio a un alto volumen, comenzó a sonar la canción y como cualquier descuido del universo comencé a mover los pies al ritmo de la “agresiva” batería (?). Estaba rendido a sus pies, miraba el gris paisaje de una ciudad intermedia con Laura Pausini como banda sonora.
Años más tarde volvía a escuchar la canción y claro, ya resignado a mi inexplicable e inviable gusto musical decidí aprenderme la letra para poder comprender qué ocurría, pero oh sorpresa la mía, cuando descubrí que me sabía la letra de la canción al derecho y de revés, como si estuviese impregnada en mis genes, como si los dioses del Olimpo la ubicaran como castigo divino por los errores de Prometeo o qué se yo, hasta el mismo azar pudo haber sido el culpable.

Es recurrente en este tipo de confrontaciones que uno siempre termina perdiendo la razón, así como definimos que nuestro jugo tropical favorito es el de naranja o mango, definimos nuestros gustos musicales, pero también escondemos nuestras excentricidades fisiológicas como mecanismo de defensa, intentamos ser correctos, pero ¡Zas!, suena esa canción de Laura Pausini y la cordura desaparece, la edad no me lo perdona, de hecho creería que con cada sonata y mientras transcurren los casi 4 minutos que dura la melodiosa poesía (?) presiento que mi cuerpo comienza a ovular, empiezo a sentir los dolores del mes, casi hasta vería la necesidad de protegerme con delicadas toallas higiénicas, por aquello de miedo a hacer reguero.

No creo en las coincidencias ni mucho menos en los descuidos, se que el universo se ha encargado de forjarme con el cosmos de las estrellas, me ha dotado de una identidad y una fuerza de voluntad inquebrantable, de valores civiles y de sensatos sentimientos, pero justa la vida como ella sola, ha abatido mis defectos con pequeñas dosis de inexplicables gustos y formas de pensar. No es que desconfíe de mi inteligencia o que dude de mis capacidades en cuanto al tema de la identidad se refiera, es quizás, que dudo de las intenciones de dios, del universo, del mismísimo Zeus, dudaría de hecho, hasta de la misma voluntad de las hadas.

Es inconcebible sentir este amor y gusto por una canción que hace de mi feminidad un juego de mesa, como si me saliera vagina, como si empezara a ovular con la necesidad de encadenarme en noches de locura.

A final de cuentas, es mi manera de enfrentarme a la vida, a esa compleja distracción que tenemos por vida, por identidad. Sin poder negarlo y disfrutando al máximo mis defectos y afectos, continúo cuestionando mi razón de ser, mis desacuerdos.

Se fue.

AV


19 de junio de 2013

Cadenas de Vida



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Hay tiempos en los que preferimos hacer una pausa y revisar nuestros pasos, algunos largos, otros desviados, dar una mirada al camino recorrido. Pensar en una a una las personas a las que hemos conocido en la vida, los que nos han aportado y los que nos han hecho daño, igualmente, a los que hemos hecho daño sea pues, desde lo más profundo de nuestra voluntad y corazón, o simplemente desde el mero error del descuido y la disculpa.

De eso se trata la vida, de conocer canciones, de leer libros, de viajar y probar cuanto plato de comida se pueda, de visitar calles y aprender a recorrerlas, pero el ejercicio más desapercibido de todos es precisamente el de aprender a conocer personas, identificar el valor que cada individuo pueda aportar a nuestras vidas, identificar las falencias y virtudes, compartirlas, exagerarlas, pisotearlas, amarlas, extrañarlas, despreciarlas, inclusive, hasta darles un nombre.

Aprendemos a ser humanos en medio de lo mundanos que llegamos a ser a la hora de reconocernos ante el otro, de hecho somos seres ingratos, justificamos la distancia o el silencio con las ocupaciones laborales o las crisis económicas que nos golpean, no sabemos valorar el tiempo o interés que los que nos rodean o dejaron de hacerlo, nos dedican. No sabemos valorar esas llamadas telefónicas que nos hacen, los reproches que nos dan, las quejas y reclamos frecuentes por nuestra justificada ingratitud.

Parecemos forasteros en selvas inventadas, nos quejamos con frecuencia de nuestros problemas, de nuestro modo de vida, queremos cambiar o que alguien nos haga cambios en la vida, tenemos pereza, miedo. Somos rencorosos con las enseñanzas de la vida, somos sordos a las palabras que los amigos o fulanos nos emiten; Vivimos al día de nuestras preocupaciones sin caer en la cuenta de que debemos ocuparnos más y preocuparnos menos. Somos nómadas desde la cuna.

Al reflexionar sobre cómo hemos llegado o conectado cada escenario de nuestra vida, damos cuerda a una máquina de tiempo que se activa con los dolores de la memoria, sea para enunciar amadas personas o despreciables ciudadanos, todos a final de cuentas, fueron conectados por la misma senda y es esa conexión la que a manera de cadena, nos fue orientan (algunos de manera aleatoria) a lo que hemos llegado a ser en estos tiempos.

Mi caso es particular, porque haciendo retrospectiva de los personajes importantes (para bien y para mal) he encontrado en común denominador un juego propio del río Aqueronte, donde cada cual le fue entregando el remo de la barca a un nuevo pasajero, porque sí, en la vida todos son pasajeros en el camino de otros y en mi caso en particular, mi camino al sol de hoy logró de cierta manera desprender algunas hebras de la cadena principal, pero como todo en la vida, me es inherente dar su lugar en la memoria a cada ser que ha habitado esta espiral de nobles y despreciables ciudadanos, cada uno en su lugar de tiempo y espacio.

Aplicando los 6 grados de separación de manera regresiva y jugando a los viajes de Marty McFly, hallamos en el año 2002 a una señorita muy particular, a la que gracias a nuestro encuentro casual en los caminos de la vida es que se derivó una cascada de momentos en los que fui conociendo personajes muy influyentes en mi vida, como si esa fuera la hebra principal de la red de mi vida en esa etapa que iniciaba, la etapa más importante porque definiría mi Yo y mi Ello de manera exponencial.

Más atrás, mirando el pasado con juventud e infancia la cadena se va desapareciendo tácitamente, pues las conexiones ya se las debo a las instituciones familiares y escolares y no a las decisiones o casualidades de la vida, ya se pierde la condición de transeúnte, de forastero.

Ahora el proceso es vigilar con prudencia la construcción de la nueva cadena, identificar la matriz de esta etapa adulta, dar prioridad más a la causalidad y a las intenciones, que a las casualidades y pretensiones, ser un transeúnte y no un forastero.

Ser individuos.


AV

17 de junio de 2013

La Soledad de las Costumbres



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Hay personas que en los bolsillos llevan tanta soledad que pareciese que perdieran la vida de a poco en poco, como si la confusión los dejará atrás, en medio del olvido, seres que intentan de manera desesperada llamar la atención para lograr algo de valor, quizás, su mismo nombre sea algo que requiera de valor.

Vivimos de recuerdos, es normal, vivimos construyendo el presente con canciones o libros, con juegos y fotografías, con salidas a paseos donde todo se resume en la identidad de lo que pedimos, en ello en lo que nos esforzamos para lograr una apasionada manera de vivir, sea con nuestros amigos, con nuestros familiares o con esos amores que cada etapa de la vida van apostando por la eternidad.

No podemos permitirnos olvidar lo que nos ayudó a crecer como personas, pero jamás debemos aceptar la condena del sufrimiento o la deuda de seguir apegados a un recuerdo, como si esa fuera la medicina de nuestros tiempos modernos. Debemos alejarnos con distancias globales de eso que nos aferra al pasado, debemos por todos los cielos, ser una marea alta que esquiva y derrumba todo a su paso, conservando la sensibilidad del agua pero con la fuerza de la vida, ese perentorio deseo y obligación de seguir adelante.

Hay personas que llevan en sus corazones tanta soledad, que cuando conocen a alguien especial, más que amarle, le condenan a estar en su compañía, quizás, como medida desesperada llegan a jurarle amor eterno a cambio de estabilidad. Personajes que su autoestima es volátil, está exenta de carácter, personalidades divididas que buscan en su pareja un ancla para su sufrimiento, un anclaje que luego de la ruptura termina convirtiéndose en odio, como si odiar fuera la salida o la huella.

Somos seres de costumbres, de miedos, de emociones débiles. Caemos ante la ternura de un cachorro o ante la maravilla de un paisaje rural, nos dejamos vencer ante el orgullo de terceros o por comentarios elitistas de las masas que no convidamos. Preferimos dejarlo todo y juzgar a esos que hicieron parte de nuestra memoria, como si esa fuera la solución, como si eso llenara nuestros bolsillos de compañía, como si eso ayudara a espantar la soledad.

Mi consejo es pues, aprender a desprenderse de eso que nos dejaron los personajes de historias pasadas, así como los libros, aprender a que allí, en el estante de la biblioteca de la memoria, continúa esa tarde, esas palabras o esas canciones que aquel o aquella vivieron en nuestra compañía, que fueron armonía y sístole, que fueron merienda y hambre, aprender a que en este presente esos sucesos ya no están y que los sentimientos que recaudamos al día-día, se conservan allí, estáticos en la memoria. No tiene por qué entrar a lo que hoy la vida nos brinda, eso amigos, eso es testarudez.

Somos transeúntes por casualidades de la vida.


AV

Tiempo sin Fortuna




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Es como romper en llanto después de mucho tiempo, como si una copa cayera contra el suelo y su ruido dejara más eco que el mismo canto de las sirenas. Es como si la oscuridad dejara caer su manto sobre el horizonte, como la nieve cuando se derrite al llegar el calor de los nuevos tiempos, como si fuera casualidad o mera elegía. Son los tiempos que con sus grandes cambios llegan para ponernos a reflexionar al paso de los días, es pues, el silencio que todos tenemos para contar, la cotidianidad que apostamos por narrar, como si los preciosos momentos de usura y lamentación fueran un espejismo que afecta solo a los forasteros, como si nosotros los transeúntes no fuéramos nada sino, un mero detalle decorativo en una fotografía que el tiempo ha borrado, como si nuestras palabras fueran hechos y no sucesos, noticias y no recuerdos.

Es como si el tiempo no perdonara a pesar de sus bruscos aleteos, como las olas del mar cuando en sinfonía van arrastrando recuerdos, letanías, palabras, canciones y hasta fotografías, como si una fuerte brisa borrara todo el oleo sobre el lienzo, como si quedara solo una mancha variopinta llena de pequeñas burbujas, como si el aroma a pintura abandonara la habitación y dejara tras de sí un fuerte aroma a sudor, como la sangre, cuando se seca sobre el algodón.

Es como si el amor no fuera algo serio y las canciones fueran meros formalismos de los dioses, o quizás, fuera el silencio un mero recuadro de lo que para algunos es o no debe ser el amor. Es como si me importara, como si fuese yo el actor de un intelecto desarmado, como si valiera tiempo o recursos el querer saber qué ocurre, qué mensaje trae la mañana o que palabras se robaron los querubines.

No sé si la melancolía sea poesía viva, no se inclusive, si sea un réquiem de otras praderas, es como si la otra orilla dejara de existir, aprender a perder la costumbre de lo que los sueños nos tratan de decir o interpretar, aprender inclusive a entender las adivinanzas de las noches sin fortuna, como si toda la vida hubiese un fuego esperando en el 23.

No creo en regresos ni en partidas, pues de eso hace mucho que se ha vuelto una constante hablar, es por ello que se rompe el silencio prudencial, es por ello que ahora la vida retoma sus fichas y reacomoda el tablero. Es por eso que agradezco las decisiones tomadas, las que se dejaron de tomar, las que se dejaron ir. Porque esto no es un juego,  es una aventura que nos va matando, es una dictadura donde todo pasa y nadie se levanta, donde todos caen en medio de la nada, en medio del bullicio, en medio de tanto gentilicio.

Es como romper en llanto después de mucho tiempo, como si una copa cayera contra el suelo y su ruido dejara más eco que el mismo canto de las sirenas. Es como si la oscuridad dejara caer su manto sobre el horizonte, como la nieve cuando se derrite al llegar el calor de los nuevos tiempos, como si fuera casualidad o mera elegía.

Sí, eso es, es mera elegía.


AV