31 de diciembre de 2014

Humano: Demasiado Humano.




Esta semana de tiempo libre además de ser temporada de fin de año, la he aprovechado para ver películas con más frecuencia que mis días corrientes, y claro, para reflexionar.

Algo particular que he observado además de dedicarme a ver películas por internet, ha sido en redes sociales y servicios de mensajería los discursos de fin de año que muchos fulanos expresan: algunos demasiado elaborados, otros con una fuerte carga de nostalgia, dolor, melancolía, como si les doliese haber vivido, como si se tratase de un castigo, una confesión trascendental que llega al final de su tiempo en el conteo a medianoche de este 31 de diciembre.
En realidad solo damos un cambio a un dígito en un reloj, en un calendario. El sol sigue siendo el mismo desde muchos años atrás, igual ocurre con la luna y la brisa, el único cambio quizás son las estrellas, pero esas ya venían muertas desde hace tiempo atrás.

En este ejercicio de consumo cinematográfico terminé por ver filmes que giran alrededor de la vida y obra de grandes pensadores como Friedrich Nietzsche, Carl Jung, Sigmund (Siggy) Freud, entre muchos otros en una extraña espiral intelectual de filosofía, psicoanálisis, amor y odio.

De esta serie de intrépidas historias terminé por cuestionar más a fondo muchas premisas que a lo largo del año aprendimos a evadir, ser conscientes de nuestra condición de humanidad, ser demasiado humanos en lo posible, razón quizás de nuestra errática costumbre de buscar equilibrio o perdón, querer legitimarnos en el otro. Luego siguen las preguntas, porque ante todo, se aprendió a dejar de ser humano, demasiado humano, para ser objeto (de dudas).

Termina el año y lo primero es saber si usted, que me está leyendo, siente que logró cumplir los objetivos o propósitos que se planteó para este 2014, de ser así viene la primera pregunta (Cortesía del gran Nietzsche): ¿Cómo eligió sus objetivos? ¿Estaban allí o te los dieron (impusieron)? Es interesante, porque por muchas ganas de ser seres independientes en ocasiones nos programamos metas que desde el inconsciente ya han sido planteadas en un modelo familiar, de seguir un ejemplo, una carrera, una línea que ya otros han caminado y que es el turno ahora de nosotros, ejemplo de ello es mentalizarse en obtener un buen empleo, o una casa propia, o adquirir un vehículo, etcétera, a la final, es más la confusión y debate filosófico alrededor de este tremendo quilombo que el aporte, pero…  ¿y si retomamos la conversación desde el principio y revisamos la pregunta con más detalle que afán?

Estamos más enamorados del deseo que del objeto deseado, más interesados por lo que inspira la idea que la idea en sí. Anhelamos alcanzar un estado de equilibrio y paz mental, pero a la verdad lo que nos extasía es esa búsqueda, ese safari de amor propio y logros personales y no los logros en sí. Es decir, amamos la adrenalina que produce diseñar un proyecto de vida, pero no el diploma o el empleo que obtenemos al final de cada proceso.  Caemos fuertemente en una espiral de excusas o pretextos para ajustar un contexto a una idea, darle un significado a lo que no tiene por qué significar algo, darle múltiples contextos a una idea que pueda derivar en nuevas ideas.

Entonces, cortesía del Profesor Josef Breur, citamos el siguiente escenario y abrimos el debate a cualquiera que quiera ser parte del mismo:

“¿Qué pasaría si a la hora del juicio final, el verdugo nos dice que tenemos que vivir nuevamente la vida tal y como la vivimos hasta este día?”

Interesante pregunta, hasta puede parecer tonta o superficial, ahora, usted que me está leyendo, ¿lo consideraríamos como un premio o más bien como un castigo de la eternidad?
Al aceptar vivirla, la viviríamos conscientes de su eternidad o simplemente dentro de los tiempos que implica vivir una única vida, ¿como un reloj de arena que gira al finalizar cada tiempo?  ¿Nos daríamos cuenta inclusive, que en este momento estamos volviendo a vivir esta vida como parte del castigo / premio que se nos ha otorgado en la eternidad?

¿Le cambiaríamos algo a lo vivido? ¿Por qué?

Lo interesante está en lo que no se ha vivido, en lo que no conocemos. No sabemos cómo somos si hubiésemos aceptado o negado tal proposición o tal diligencia. No sabemos absolutamente nada pero somos unos genios a la hora de proponer cambios sobre lo que hemos ya vivido, el eterno y defectuoso: “Yo hubiera…”

Son muchos los cuestionamientos y reflexiones que se absorbieron en estos días, supongo, estoy en ese estado de suciedad y locura, pero qué más da, a la final sigo aquí escribiendo para unos pocos que me leen y otros tantos que me escuchan cuando de licor y salud se trata. Cerramos pues el ejercicio con algo mucho más interesante y que en conversaciones (basadas en el cine claro) de intelectuales ha surgido: “¿Cuál es esa decisión, esa idea feliz, esa felicidad que quieres hacer cada día?” Es una gran pregunta, en especial para aquellos que enfocan sus doce deseos de fin de año para buscar la felicidad perpetua. Así pues, la mejor pregunta sería: ¿Qué es eso que quieres que ocurra todos los días de tu vida?
Es una pregunta más sencilla sin duda, ahora bien, ¿recuerdas ese día feliz? ¿Qué te pasó para que fueras feliz ese día en especial?

De seguro nos es más fácil recordar lo ya vivido a anhelar lo que no hemos vivido pero que juramos que nos garantizaría la felicidad, ¿no? pues bien, si ya tenemos claro qué fue lo que nos hizo feliz en ese día, ¿Qué necesitamos hacer para que suceda todos los días? Así es más fácil proyectar nuestra vida, entender que la felicidad no es una búsqueda sino un medio, un camino para vivir lo que realmente queremos vivir.

Finalmente, el propósito de este escrito en especial es dejar más preguntas que respuestas, es compartir con todos lo que de seguro a mi espalda le duele, ese espasmo hermoso que me lleva a buscar temas de más trascendencia que saber el por qué se casó Adonay, a la final, de seguro esta noche de celebración volveré a mi lugar de lectura y para mañana, primer día del año quince, retomaré la rutina con otra película del mismo perfil.

Gracias por este año que se va y si alguno de ustedes toma este ejercicio con la premura que lo merece, agradezco me lo haga saber y si es el caso, me invite a una copa, porque aquí hay muchas preguntas más que por cosas de espacio no alcanzo a plasmar con tal facilidad.

Buscar siempre ser Humano: Demasiado Humano.


AV

30 de diciembre de 2014

Al Final del Año, ¿Qué?





Todos tenemos momentos de reflexión y calma, nos alejamos un poco de la realidad para poder construir la nuestra, hacer propia nuestra esencia en un entorno que puede variar con cada párrafo o letra que encomendamos en un libro. Somos seres de costumbres, nos gusta asumir nuevas posturas y  volverlas rutina, siempre que encontramos algo que es de nuestro agrado nos esforzamos en encontrar el medio para volverle a sentir, a vivir, disfrutar a expensas de lo cotidiano.

Usualmente escogemos una canción para dar vida a lo que en silencio ocurre, ese es el arte de la diligencia, de los abnegados hijos de la vida, nosotros los sensibles y en ocasiones, inhumanos hijos del sol. Aprendemos a cada conversación una lección y a cada lección una historia para contar; Cerrar este año ha sido un verdadero proceso de reflexión y retrospectiva. Observar al insaciable enero , ese mismo que dejó atrás a la cordura para enmendarse en el hedonismo y la ternura, mezclarse con un melancólico febrero, con más nostalgia que dolor, siempre de la mano de una que otra anécdota para borrar del cuaderno.

Ver en marzo florecer el camino de los retos, porque si algo fue este año fue precisamente el año de los retos y los obstáculos, fue aprender a confrontarme contra el espejo, ser como Alicia y atravesar el espejo buscando una tierra de nunca jamás, más allá del mundo maravilloso, llegar directamente a donde los espíritus duermen, donde el gran duende viaja jugando de lado a lado, sin tanta poesía, fui presa de mi consumismo, fui víctima de mi propia arena y fue en ella que comencé a reconocerme, porque las crisis son para eso, para aprender a conocernos.

Abril, como mejor poema que la primavera, fue el mes de renacer, un bello abril de hecho, un mes cargado de emociones y encuentros, de renacimiento intelectual y espiritual, el momento de atender las señales de la vida y bueno, como cualquier humano, apartarme de las correctas y terminar en las instintivas. Porque a Abril le debo los meses, le debo la memoria de los amores que se fueron, de los amores que volvieron, de los amores que se conocieron, inclusive, de los olvidos en que nos convertimos versus la memoria de los que desaparecieron. En mayo por su parte fuimos esa máquina de reinicio, sujetos a indecisiones, envueltos en ansiedades de momento, más hielo que ceniza, más noches que madrugadas, menos amigos, mas amores.

Junio y julio me regalaron sus particulares maneras de llegar al meridiano del año catorce, en junio se terminaba un ciclo académico, se formaba un carácter que a causa de la ansiedad, buscaba entre noches y calles diversas la manera de conectar en polo a tierra la ansiedad de un nuevo empleo o alguna oportunidad que se maquinaba punto por punto, pero oh julio y su tristeza novedad, porque allí se dio inicio al restante año por vivir, como si allí iniciara el segundo tiempo de mi partida deportiva.

Agosto fue un mes fuerte, pero allí aprendí a conocer a los verdaderos amigos, a reconocer a los miserables y a darle más valor a la constancia que a la dichosa calidad o tradición. Nuevamente me enfrentaba a mí mismo, era rival de mis ansiedades, enemistado con mis pasos dados, era un mes de más reflexión que acción, porque para eso nos llegó septiembre. Noveno mes del año y ya todo parecía claro a mí entender: Comprender las señales, escuchar a los amigos, no insistir cuando la espalda es más grande que las palabras de aliento, ser coherente con las pérdidas y bueno, ser siempre sensato con los amigos, esos seres diminutos que hacen de nuestra ansiedad una simple cortesía.

Octubre fue un mes de despedidas, finalmente aprendí la lección y comencé paso a paso a despojarme de cada hoja, como el árbol que en otoño deja caer su peso para florecer con una nueva vocación de vida, porque cuando uno aprende a dejar ir en la vida, la vida misma le devuelve a uno. Maestra vida, porque a octubre le debo la felicidad, el núcleo familiar, el amor de mamá, la admiración de papá, la constancia de los amigos, porque amigos muchos claro, la vida me ha dado ese donde la amistad, pero míos, míos, míos… aprendí a saber quiénes eran y a qué precio.

A noviembre le devuelvo la sonrisa y las caricias recibidas, le devuelvo el amor, porque noviembre me regaló la lectura, me trajo ese libro que a finales de octubre apartaría mi neblina y me daría una ruta en tren desde San Petersburgo hasta Moscú, me dio el perfume para dar identidad a lo que mi camino demandaba, ¡oh noviembre infame! Diría en un susurro cobarde, o como se pueda criticar en términos cinematográficos, “oh dulce noviembre”.

Diciembre es ahora, porque más parecemos hijos en gestación de un enero desconocido a lo que realmente somos: Frutos de un año muy movido y a mi consideración, un año fuerte. Pero también a diciembre le debo mi familia y le debo el amor, el cariño, la soledad, las noches en Palmira, las tardes en san Antonio, las mañanas verdes, y la clarividencia de poder decir adiós, también de llegar para conocer a Simona y a Martina.

Al final del año, volvemos a la reflexión.

AV.


24 de diciembre de 2014

Cita con un perro y un par de orejas más.




Cat Nap Pluto


Todos tenemos una historia que contar en especial en este Blog dónde le sacamos cuento y misterio hasta la pastada de una burra. Somos seres de costumbres y nos apegamos a la rutina a tal punto que somos ajenos a lo cotidiano, pasamos por alto detalles minúsculos que hacen que la vida sea especial, única.

También somos seres especiales y narcisos, nos agrada la idea de soñar que el mundo gira alrededor nuestro y que cada una de nuestras vivencias es tan importante como las batallas que se narran en enciclopedias o los personajes que se retrataban en óleos que datan de los siglos XVIII o XIX.  Somos humanos, ¿qué más podemos pedirle al cielo?

En muchas oportunidades amigos y cercanos, al entrar a mi morada preguntaban de la manera más inocente (pocos lo hicieron con alevosía) por una fotografía especial que hay en la sala. Un retrato de un niño de aproximadamente siete años de edad acompañado de un perro de gran tamaño, de manera ajena respondo que fue producto de un viaje que se hizo en mi infancia y con ello, casi como ademán que como casualidad, doy por terminada la conversación o por lo menos, eso trato de hacerle entender a cada contertulio que pretende hacer de esa pregunta un tema de debate.

Soy una persona muy abierta en mis cosas con mis amigos, de confiar, sin embargo, de algún modo un poco confuso soy más bien precavido al hablar de mi pasado, no gusto de confiar abiertamente en cuanto a ciertos temas se refiere el tiempo, pero hay algo que se debe de mencionar con sensatez y es que precisamente, de un tiempo para acá (años quizás) he aprendido a abrir la puerta de algunos temas personales, evidencia mayor es este Blog, donde se han reseñado historias y ocurrencias de mi infancia, niñez pública en algunos sentidos, anécdotas y cotidianas ocurrencias en otros.

Este es quizás uno de los canes más famosos del mundo mundial, junto a él hay una pandilla de animados animales que ha logrado fama a costa de un imperio muy particular. De niño tuve la oportunidad de viajar al palacio de este reino mágico y tomarme fotos con cada uno de estos ficticios personajes, pero nunca con el “Emperador”, un ratón de ojos grandes y voz aguda que usualmente viste de tirantas y chor rojo.

A la entrada del reino mágico (Magic Kingdom) me crucé por vez primera con aquel can, de mi parte iba vestido con jean de color rojo y una remera blanca de otro conejo famoso por la época (1989), tímido un poco y más al no saber hablar el idioma inglés (Lengua oficial de aquel Reino mágico), nos acercamos como dos niños que se conocen por vez primera en el parque y quieren convidarse a jugar. Este era (y sigue siéndolo) un perro muy especial, por lo menos su modo de ser en nuestro plano terrenal, pues es un perro que no puede mover la cola como sí lo hacen los demás canes de su especie.

Nos abrazamos tímidamente y sin hablar, con el lenguaje de los ojos logramos concertar una sonrisa y nos tomamos una foto que para entonces era casual pero que hoy día, se convirtió en un retrato para la eternidad, aferrado a la sala de mi casa, a la memoria de la infancia.

Esta semana retomamos labores en mi ejercicio de turista en tierras americanas; viajamos de nuevo al reino mágico, como el poeta que regresa a su tierra para reclamar la gloria. En mi caso no fue un regreso triunfal o una búsqueda de gloria insaciable, fue más bien un punto de retorno a la memoria de la infancia, un ejercicio interesante que inicié hace un par de años, como si de reconciliar la mente con el alma fuese parte de ese ajedrezado trayecto.

Se trataba de regresar al reino mágico y en esta oportunidad no fue un plan trazado de mi parte como lo fue en su momento el regreso a la Casa Grande, fue más bien un encuentro casual al mejor estilo de Dorian Gray, como si mirarse al espejo fuese solo un acto reflejo y no un verdadero mapa de vida; se trataba de mí para mí, llegar a donde alguna vez ya había llegado.

Hoy 25 años más tarde me encuentro agradecido con lo que la vida me ha dado y me ha quitado, me encuentro en franca conversación con mi yo adolescente y mi yo infantil, Con la confianza de poder construir día a día mi yo adulto, preparándome quizás, para ser ese yo mayor que la vida tendrá que configurar. Quizás pues, parte de ese acto de configuración me llevó como un plan de otros a estar nuevamente aquí, porque sigo aquí mientras les escribo, en predios próximos al ya mencionado Reino Mágico.

Mientras caminaba la plazoleta central de Main Street, observaba un inmenso árbol de navidad, un poco exagerado en decoración, pero navidad al fin y al cabo. Allí mientras caminaba comencé a ver en cada baldosa una huella de la memoria, el cielo gris y nublado cubría el paso de esa mañana de martes, todo comenzaba a hacerse mágico, a ser especial, como si la magia de Disney me subiese en un imaginario vehículo y me librase de lo material para llegar a lo emocional, ser niño.

Continuaba caminando y allí, a unos pasos estaba él.
Lo vi, no me vio.

Me acerqué con mi madre y mis abuelos, un poco confundidos claro, mi madre con más gracia que burla, ambos caminando hasta la rotonda central de Main Street, adornada con bastones gigantes y grandes esferas de colores. Había una larga fila de niños que de seguro estarían viviendo en ese instante lo que viví hace 25 diciembres de vida, también había adultos y jóvenes, pero de seguro que con la convicción que El Buki me da, creería que no vivirían lo que yo sentía en ese momento.

Era un niño perdido de nunca jamás.

Al llegar al momento de la fotografía y ya con mi inglés más mejorado que hace 5 lustros, susurré al oído a ese inmenso Perro de pelaje amarillo: “Gracias por estar aquí, he vuelto para que renovemos nuestra historia”

Nos tomamos la fotografía y en esta oportunidad era yo quién estaba más alto que el personaje en cuestión. De buzo color morado, jean negro y anteojos de aumento. Con la sonrisa de un niño de 6 años, pero la espalda y las canas de ya un caminante de 31 años. Finalizada la fotografía, nos tomamos dos más con toda mi familia, quizás porque el momento era el último para ellos, pero en palabras de mi madre, de seguro volveré dentro de 25 años para otra fotografía y claro, para presentar ante él quizás a la que sea la nueva generación de esta particular y para nada cotidiana historia personal.

Hablamos del amor, de lo importante que es vivir cada día con la sonrisa y despreocupación con que un niño sale a batallar a los parques de diversión. Me enseño lo simple que puede ser cada día si aprendemos a ocuparnos y no a preocuparnos, de lo sensato que es una sonrisa y lo bonitas que son las fotografías cuando se toman con la (s) persona (s) que uno quiere, porque el amor y el querer son las puertas y ventanas del mundo. 

Terminada la conversación, en un perfecto bilingüismo Perro – Gato [?], continué mi trayecto adentrándome cada vez más en ese Reino Mágico que había olvidado.

Hoy miércoles 24 de diciembre, al iniciar mi jornada lo primero que hice pues fue comprar mis orejas como un gran homenaje a todos los perros del mundo mundial. A todos los personajes del mágico reino de Disney. Si bien mis orejas no eran propiamente como las de Pluto, si iban en bonita cordialidad con Goofy, porque tanto el uno como el otro fueron los primeros en recibirme en esta cruzada decembrina versión 2014.

El amor es la magia que mueve al mundo y que nos empuja a actuar, pero seamos sensatos, la magia existe siempre y cuando creamos en ella y seamos parte de ella. Porque para creer hay que ceder y pertenecer, querer.

Feliz navidad y felices Orejas.

(dedicado a todos los preocupados del mundo que siguen a la espera de esa idea feliz)


AV


22 de diciembre de 2014

Un Café para el Desayuno.




Cats at Breakfast Blank Cat Greetings Card.


Encontrarse de nuevo con la familia que vive lejos, retomar viejas costumbres y con ellas conversaciones que para algunos ya quedaron atrás en la cotidianidad, para otros son novedad, son sorpresa y fervor. Compartir cada mañana con un nuevo compañero que para los años ya no es nuevo, para la distancia, es más bien modesto.

En estas fechas de fin de año siempre la nostalgia ataca y para ello hace gala de sus mejores técnicas, en ocasiones, llega por un aroma o una sensación que nos remonta al pasado, en otras veces lo hace por medio de una palabra o alguna canción, siempre, tratando de salirse con la suya.

Me encuentro en la Florida, al este de los Estados Unidos, allí por el momento estoy compartiendo apartamento con el hermano menor de mi madre, el Tío alcahueta de otrora tiempo, el tío divorciado de nuestros días y la bendición de Dios para el cuidado de mis abuelos. Mirarle a los ojos es un ejercicio de redención, entender día a día cada una de sus decisiones, comprender sus comportamientos, ver el pasado esfumarse en su mirada, sentirlo preso de su presente, verlo cargar en su espalda un peso que ni si quiera él conoce, soportarse a sí mismo, y ante esa imagen ser persona, tratar de ser lo más cordial y de mi parte lo más humano, porque nuestras vidas son distintas pero familia es familia y es allí donde comienzo a comprender su rol en todo este escenario llamado vida.

Cada mañana desde hace varios días atrás compartimos una taza de café, quizás como algo sacro en medio de tanta nostalgia, en esa espesa niebla que acuñándola a la humedad, acusamos de capturar cada reflejo de la memoria. Digo cada mañana más como un eufemismo de la vida que como un hecho real, pues ustedes que han aprendido a conocerme saben que duermo como león y, haciendo honor a tal rol he comenzado por iniciar mi jornada diaria alrededor de la 1pm. Allí, sentados uno junto al otro comenzamos nuestra jornada, primero un sorbo de café seguido por algún comentario suelto sobre realidad política. Allí comienza todo.

Mi Tío, a quien llamaremos Arturo por aquello de proteger su identidad, es ya un hombre mayor con estudios en “Ciencias de la Comunicación” y a quien desde joven he admirado por su proeza intelectual. Tiene en su haber varios premios de periodismo y otros más en literatura, ya ha publicado varias obras y con ellas se ha ganado un lugar de respeto entre poetas y escritores modernos en la caníbal y ansiosa comunidad intelectual de los Estados Unidos, país en el que lleva residiendo por más de 30 años. Colombiano como él solo y amante del Vodka, buen aguardientero y caprichoso hincha del Club Independiente Santa Fe.
Bajo este entorno imaginarán ustedes el ambiente de felicidad y conquista que se respira en esta casa, pero no podemos permitirnos en la confusión asumir situaciones que ya no son de agenda en estas almas, porque la gente cambia, las personas cambian, sea porque sufrieron demasiado, sea porque se cansaron de lo mismo.

Con el primer café del día comenzamos nuestra conversación de la jornada; yo formado como Politólogo y con posgrado en temas sociales junto a un curioso niño de más de 50 años de edad damos rienda suelta a un sin número de temas propios de la realidad política de Colombia (nuestro país de origen) para terminar luego más en explicaciones de contexto que en debates de fondo. El primer paso casi obligado en toda conversación con un extranjero es el papel que juega el Ex presidente Álvaro Uribe Vélez, seguido por incesantes puntos de inflexión sobre el por qué ocurre lo que ocurre en nuestro país, como si la memoria de “Gabo” no fuese suficiente para tal tormento. Allí, descansando de la política nos encontramos en lo deportivo y qué sorpresa entrar explicar detalles (más con morbo que con pedagogía) sobre la situación actual del América de Cali, mientras tanto, tomamos otro sorbo de café.

Iniciamos nuestros puntos personales, él claro, buscando en mí entender lo que afuera ocurre y que la prensa no ha podido publicar. Hablar de nuestra vida privada, exponernos uno ante el otro como una danza de tango en aquellos años 30, donde el que cortejaba era el que bailaba y el que disponía era el que observaba desde la barrera; enfocarnos en historias de lo cotidiano y allí, comenzar una a una las historias de cómo hemos llegado hasta aquí, explicándonos uno al otro como el asesino que busca redención en el confesionario de una parroquia de barrio, cada una de nuestras historias, todas con el mismo grado de importancia porque aquí todo vale, sencillamente, porque el pasado siempre deja una huella imborrable por más distintas que sean las vidas de los interlocutores.

Aprender a reconocernos en el otro.

Por ahora, termina nuestra primera taza de café.


AV

20 de diciembre de 2014

Carta para Simona



Pet Drawings - Siamese Cat 10 Painting 
by Svetlana Novikova



Llevo tres días sin ver a tu madre, un tiempo prudencial para algunos, para otros es quizás una justa distancia entre dos seres que se quieren. No sé cuánto tiempo represente ello en días felinos, pues tú al igual que yo llevamos un tiempo separados de esa hermosa mujer de ojos verdes.
En tu caso, estuviste separada de ella por una semana o quizás un poco más, pero al día de hoy ya reposas en su lecho y compartes la cena, juegan y discuten sobre los programas de la televisión o, simplemente conversan sobre lo que fue la rutina de su día ejemplar.

Durante tu ausencia, tu madre y yo disfrutamos de nuestra soledad de una manera tan natural como lo es quizás el rocío sobre la flor. Aprendimos a convivir con nuestras soledades, a dejar de lado nuestra egoísta manera de persuadir la vida, para aprender a compartir nuestra tímida forma de susurrar al sueño. Estuvimos juntos viendo cuánta película de comedia romántica se cruzó por la parrilla de la televisión, pero claro, de seguro no eres de las que ve ese tipo de películas, ¡eso ni yo!, pero cuando el corazón se toma de la mano con la razón y juntos comienzan a conjugar acciones de bien, nos sorprendemos de cuánto somos capaces de hacer, o de dejar de hacer.

Llevo alrededor de quince años (y hasta más) siendo fiel consumidor del Tabaco, pero justo en nuestro tiempo, he aprendido a tomar de la mano a la hermosa de tu madre para con ella, sugerir otros hábitos a mi rutina, el proceso ha sido exitoso pero como todo, es un proceso. ¿Y tú? ¿Cómo es tu rutina querida Simona? ¿Estudias o trabajas?

Esa semana en que te responsabilizabas por la crianza y escolaridad de Martina, allá en la fría Sevilla, aprendimos tu madre  yo a dividir las labores del hogar y con ellas, a dejar espacio para las responsabilidades de cada quién. Encontrar en una salida a Cine una excusa perfecta para separarnos de la atención sin soltar nuestras intenciones, a disfrutar egoístamente lo que en pantalla se proyecta mientras allí, en el olvido del tiempo permanecemos a la expectativa de qué va a ocurrir.

Ahora soy yo el que me he separado de tu madre en una distancia mayor a la que inicialmente te encontrabas, pero claro, es algo temporal, en total serán 21 días o un poco más los que estaremos a grandes lejanías uno del otro, mucho más de los que tu pasaste separada de ella. Será un tiempo interesante porque aprenderemos a convivir sin estar uno con el otro y es que nuestros tiempos ahora son distintos, precisamente, porque son nuestros tiempos. Es nuestro y de nadie más, no como hace cuatro años, donde compartíamos las tristezas y penurias con otros seres que ni aportaban ni marcaban el cambio en nuestra joven vida, pero esta Simona, es una historia que te contaré en otra oportunidad.

Por el momento me encuentro en casa de un pariente cercano, he dormido el tiempo que he podido porque sé que se vendrán largos días de caminata y búsqueda comercial. En cuanto a la comida, se me ha cumplido uno de los deseos y es precisamente el de sentarme en el comedor cubano y disfrutar de sus variados platos. El pasado jueves me comí un delicioso e inmenso Sanduche cubano, el original por supuesto.
Para hoy, un plato de Moro con Ropavieja, un delicioso almuerzo. ¿Has probado la comida cubana? Si no lo has hecho espero algún día tu madre te de la oportunidad de probarla, es única y muy especial porque es baja en sal y muy nutritiva. Espero poder ir pronto a comer donde los Salvadoreños, ellos también tienen una buena cocina y sus pupusas, que son una especie de arepa rellena son exquisitas. ¿Has probado alguna vez la arepa rellena? A tu madre le gustan mucho, si algún día quieres sorprenderla, cerca a casa hay un restaurante que vende a muy buen precio una gran variedad de arepas.

Por el momento es todo lo que tengo para contarte querida Simona, espero en el transcurso de los días, podamos seguir tejiendo historias y con ellas acercarnos cada día más.

Me resta pues, solo decir que extraño mucho a tu madre, que la quiero mucho.

Con cariño,


AV.

7 de noviembre de 2014

Juan Felipe Chamorro: El Cuentero




Imagen tomada de: 


Aunque hace rato no escribo nada que supere los 140 caracteres y esté por fuera del ámbito académico, creo que ya son varias las que le debo a este señor. Entonces opto por responder a su amable convocatoria, para lo cual debo evocar una época mucho más fácil…


Conocí a Armando hace unos trece años más o menos. No estoy seguro de cuándo ni dónde, pero sé con certeza que fue gracias a la Asociación Colombiana de Estudiantes de Comunicación Social y alguno de sus congresos o asambleas que tanto disfrutaba sin preocuparme de nada (de ahí lo de “época mucho más fácil”).

Del hombre recuerdo que fue difícil de caracterizar en un principio porque uno ni sabía de dónde era (se decía caleño, viajaba con los de la Javeriana de Bogotá y era hincha de nacional); además en un ambiente de estudiantes de comunicación social guapachosos, Armando tenía un tinte más bohemio y político —aunque suene contradictorio—.

La pegamos bien. Hablamos largo y bebimos ídem… a pesar de que también creo recordar que en Medellín andaba con una camiseta horrible de rayas verdes y fondo blanco (o al revés). En esa época mi América competía directamente contra su nacional (otra vez… “épocas más fáciles”).

En una ocasión coincidimos en Pereira y el hombre salió con que era cuentero. Nos echo un cuento malo sobre un personaje que se llamaba Lisimaco (así, sin acento en la segunda i). Son de esas pendejadas que uno recuerda sin saber bien por qué… como también recuerdo que el cuento ese no pegó ni mierda (seguramente ayudó que el público estaba conformado por comunicadores amanecidos y/o enguayabados).

Lo último que recuerdo de Armando —y le sigo diciendo así, porque en esa época todavía no era el loco de los gatos—, fue que una vez le caí a su casa cuando ya vivía en Cali. Me recibió con cerveza y hablamos mierda como siempre. Esa vez lo conocí un poquito más porque entre tantos temas incluimos la música, el cine, los comics y otras vainas sobre las que antes no habíamos conversado.

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Después de eso, no recuerdo mucho a este señor. Con el tiempo él se convirtió en Don Gato y a mí me decían El Cuajinais. Cuando los medios de comunicación virtuales nos permitieron retomar el contacto conocí el Noticiero de lo Cotidiano; su afición por la gatos y su problema crónico con la palabra inviable (quizás exista un trauma el respecto, tengo que preguntarle alguna vez).

También supimos que ambos estábamos en el camino de la docencia y hasta nos enviamos algunos correos sobre el tema. Pude ver que en Twitter es muy apreciado y varias veces le escribí preguntándole maricadas (que me respondió la mayoría de las veces). De este nuevo encuentro destaco la promesa aún incumplida de sentarnos a cervecear y que me recomendó 
La Caída de los Gigantes de Ken Follet —una bestialidad ese libro—.

Por este medio también supe que anduvo en amoríos con una amiga mía muy querida que, dicho sea de paso, me preguntó cómo era él cuando aún no lo había visto en persona. (Como no podía ser de otra forma, yo le contesté que era bieeen feo el hp!). No sé cuánto duraron, pero sé que me quedé con las ganas de salir a “gaseosear” con los dos.

Y pues, ya. Habría muchas más cosas para decir o recordar, pero creo que es mejor dejarlas para cuando nos sentemos a tomar birras… algún día.

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Hace tiempo recibí la invitación para este proyecto y a pesar de que varias veces me acordé, e incluso planifiqué la sentada a escribir, tuve que esperar hasta que un lloroso Don Gato me escribió un correo de trescientas líneas… no mentiras, un simple mensaje de 12 palabras que igual ya eran muchas. Junto a mis disculpas, le envío este texto que debí haberle escrito hace meses y que quizás lo defraude, pero que me hizo recordar buenos momentos.



@elcuajinais


6 de noviembre de 2014

Melissa Paz: ¿Trabajamos Juntos?



Imagen Tomada de:

Nos habíamos cruzado en los “ires y venires” de nuestro andar cotidiano, por nuestros horarios o por la unión de las promociones en algunas materias. Un buen día llegaste porque teníamos que hacer un trabajo en grupo y los dos sin grupo te me acercaste y me preguntaste: ¿trabajamos juntos? Y yo accedí. Ya nos habíamos presentado gracias a Alejo y sin querer habíamos tomado café en el café solar y sabíamos nuestros nombres pero nada más allá.

Me encantaste cual serpiente con tu forma de ver el mundo y con tu manera de hablar para hacerme sentir importante para ti; tanto así que te di mi amistad, mi cariño y mi tiempo sin pensarlo dos veces incluso dejando de lado a mi pareja en ese momento.

Tus proyectos, principalmente Nocturno me cautivaron y allí nació una loca y hermosa aventura para darle vida a Nocturno – Tributo a GAIA. Fue un tiempo de mucho andar, hablar, coordinar y revisar aterrizando tus ideas en lo que se podía hacer en la realidad. Y si fue un éxito, tanto trabajo dio sus frutos.

No solamente fueron las clases con sus trabajos sino también los cafés en Unicentro o en a la “Oficina” en el Samán,  cumpleaños, momentos tristes que requirieron un apoyo mutuo, situaciones estresantes porque las cosas no salían como queríamos; lo que cada día nos unía aún más.

Sin quererlo muchas veces parecíamos pareja que se complementaba hasta en la forma de actuar porque nuestro pensar aunque en líneas similares no hacia vivir nuestra diferencia. Jaja, quién me leyera creerá que siempre estuve enamorada de ti en secreto, jaja. Pero en realidad no es así, solo es el recuerdo de esos buenos momentos que al plasmarlos en palabras en éste papel me hacen florecer sentimientos y pensamientos que no me había tomado el tiempo decir.

Nuestro idilio se rompió, sí tuvimos una crisis y por ende una separación por mi carácter y forma de ser aún más fuerte que los tuyos; los tonos grises no entran en mi gama de colores y por ende con las personas o son blancas o son negras. Yo pensé que había sido definitivo el que hubieras salido de mi vida pero pudo más el cariño y los recuerdos de esa bonita amistad que mi propia posición.

Afortunadamente recogí mis pasos y llegue nuevamente a ti. No fue fácil decir hablemos, veámonos y evaluemos que podemos rescatar de esos buenos momentos vividos. Me costó en mi orgullo, lo reconozco pero no me arrepiento.

Entrando en el baúl de los recuerdos y anécdotas, siempre peleábamos como niños chiquitos pero terminábamos contentándonos y como reconciliación nos íbamos a Ventolini a comer ese enviciador chocolatisimo. Manjar que me enseñaste a descubrir y a disfrutar; tanto así que me volví adicta a él.

De las muchas peleas, la que más recuerdo fue el día que me pusiste mi apodo. Si tú y tus muchos apodos para tus amigos queridos y no tan queridos, dependía del afecto y así era el apodo. Eso sí entender de quien hablabas fue duro al principio, después sin querer hasta yo les decía como tú. Yo pensé que por estar a tu lado me iba a salvar pero no! Simplemente llegaste un día y me dijiste tu eres “una osa” y no contento completaste “una osa polar”.

Me dejaste perpleja. Cuando entendí de que me hablabas, pregunté el por qué y tu explicación me pareció sin lógica y fue ahí cuando reaccioné. Con lo que me gustaban los apodos, quise agarrarte a mordiscos y patadas cuál niño peleando con otro (si no me he equivocado, ese es el problema de tener un hermano menor, aprendes a defenderte con puños, pies y manos. jajaja). Tú corrías muerto de la risa y yo detrás de ti aún con mi molestia. Te dejaste agarrar, te di un pellizco e hice toda la pataleta sobre porque el apodo y sobre todo porque a mí. Hasta allí nos llegó la pelea, en el camino a “la Oficina” nos contentamos pero cuando llegamos me dejaste la chapa con todos y como para suavizarlo me dejaste “osita”.  He de confesar que hoy ya muchos años después, me agrada mi apodo y muchos de los que nos conocieron en “la  Oficina” me siguen llamando así y por ende me toco aprender a hablar el lenguaje de los osos. “GRRRROARRR” (traducción: saludos). Jajaja.

Me alegro muchísimo haber recuperado nuestro andar; aunque hoy la distancia y las circunstancias de la vida nos tienen un poco separados pero sé que en cualquier momento nos podremos encontrar, tomarnos un café y seguir como si el tiempo y la distancia no hubieran pasado. Y porque no, tal vez en el futuro nos volvamos a unir en uno de tus proyectos locos al principio pero cuerdos en su trasfondo.

Un abrazo polar.

“La Osita”

5 de noviembre de 2014

Iván Sánchez: Amigo no es cualquier gato.



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Yo, llegué a este espacio por metido, de la misma manera que suelo hacerlo todo, y tal como el sujeto de mis líneas el día de hoy, también se me da el egoísmo (o se me permite), pero de ese egoísmo bueno que así empiece por uno, termina en los demás, se refleja, se contagia, irradia, del cual este personaje también es un buen ejemplo. He de señalar que realmente el señor AV amerita que uno dedique algún momento para hacerle homenaje, por corto que sea.

Me he referido siempre a él como el señor AV, en tanto así firmó siempre todos aquellos esos buenos textos por los que lo he conocido, desde los magistrales paseos a su costumbrista niñez en la casa grande, hasta las letras colmadas de cotidianidad que siempre han hecho su blog intenso, lleno de vida y color, tan variopinta como él, y ahora que lo analizo, bastante felino.

A Don Gato nunca lo asocié como tal con un gato, de hecho para mi todos son simples gatos por usanza, como un término genérico que ilustra mejor a las personas que su propia humanidad, porque los animales son más humanos que las propias personas... Sin embargo, no puedo dejar de pensar en que Armando es más gato que persona, por los complicados ademanes felinos que comporta, y en tanto no es casualidad que haga tantas cosas de la forma única en que lo haría un animalito de estos. Ahora, el “don”, seguramente se lo ha ganado a pulso, puesto que no es un gato cualquiera, y le falta poco para sacar artefactos maravillosos de una maleta amarilla, o seguramente para caer siempre de pie o tener de 7 a 9 vidas.

No sé en realidad hace cuanto conozco al señor AV, o tal vez mi memoria para los hechos y sucesos no es tan nítida como la del “don” en cuestión, quizá desde hace unos 7 años cuando cruzamos palabras por casualidad en este magnífico mundo de los blogs. Armando se acercó sin más, para colaborar con un sitio de cuentos que teníamos con varios bloggeros, entregando varios escritos de una calidad sin par a este sitio; aún más, terminó colaborando con un proyecto mío ya clausurado, que tenía tintes más personales o cotidianos, el “Video al Inventario” en el cual siempre dejó ver su excelente y/o particular gusto por la música, y su exquisita prosa, la cual siempre ha engalanado cada sitio a donde ha concurrido. Yo no sabía que era ganador de premios y galardones por sus escritos, pero no dudo que lo tenga bien merecido.

Durante estos años fuimos amigos lectores, sacados de esas páginas del recuerdo correspondientes a los desocupados victorianos, presos de anacronismo singular, con pasión por las letras y afán por saber, conocer, especular y elucubrar. Armando es un ser particular al cual quizá suele acercarse mucha gente por su mismo “don”, por el efecto positivo que refleja una persona crítica que no vive su vida en términos de la exaltación únicamente del ego, tan intelectual como humanista, y tan humano como felino.

Alguna vez nos encontramos porque Armando prefiere pedir posada de manera cuasi descarada, tal vez porque sea una mejor experiencia el alojarse con un conocido o amigo, a simplemente habitar un frío hotel. Su paso por mi casa fue bien particular, puesto que es una persona que no parece conocer los problemas, ni las contrariedades de una vida como la de todos los oficinistas promedio y esclavos del deber, el parece estar más allá de eso.

Hemos recorrido un camino extraño de la forma particular en que lo hacen las personas inviables, saliéndose cada tanto de la línea amarilla y haciendo paradas, innecesarias o no dentro de la carretera, incluso devolviéndose cada cuanto; tal vez porque los poetas como Armando viven al límite de su propia razón y sólo le rinden cuentas al Buki (o ni eso). Tal vez todos seamos cachorros de la misma energía, o constantes universales en búsqueda del punto de crisis que nos permita acelerar el entendimiento, que nos acerque a la felicidad o que nos permita sonreír y atraer cosas buenas.

Tal vez podamos tener en común varias cosas, pero principalmente es agradable poder contar con alguien que escucha, y que en su caso entiende, no tanto por el valor del discurso personal o la elaboración de lo comunicado, si no por el verdadero oído, con intención, con tacto, con la importancia debida incuso a lo trivial. Es agradable hacer de la vida un chiste, o tomársela con toda la seriedad del caso, en tanto como constante es finita, y dentro de este camino es interesante contar con personas que hacen tanto por los demás con incluso una frase no evidente, pero con fuerza y poder, con la energía para levantar algo más que el ánimo.

Las buenas personas como Armando deberían tener asegurada una larga existencia, simplemente para que sigan contaminando el universo de buena energía, para que sigan acumulando amigos, inviables o no, y para que hagan valer un poco más la existencia en medio de las vidas amargas y patéticas que normalmente la gente se hace a la idea, porque quizá lo único que se necesita es un buen pensamiento, o un sobrecito de panela.

Iván Sánchez

@theraq



4 de noviembre de 2014

Sara Rueda: ¿Cómo es que te llamas?





Cuando se me invitó a escribir esta entrada, el primer ejercicio fue decidir qué quería recordar del Sr Don Gato y qué quisiera compartir con ustedes del camino compartido con él.
Inmediatamente se me vino a la cabeza su nombre. Si. Aunque parezca particular, me tomó un buen trámite saber cómo habían bautizado a tan singular personaje.

Todo aquel que me conozca sabe que desde siempre he tenido especial predilección por las películas de terror, ¡no importa cuán malas puedan resultar! Obvio, hay algunas muy muy buenas, pero la generalidad de la película de terror es esa historia llena de saltos de música, sangre por litros e imágenes de espejos que lo dejan a uno sin ganas de asomar por el arreglo personal al menor por varias horas. Por lo mismo, encontrar personas que compartan dicho gusto no es fácil; la capacidad humana para evitar el sufrimiento y lo desagradable parece invitar al sentido común a evitar las películas de terror sin mediar más de un argumento. 
¿Pero yo? Tuve la fortuna de encontrar navegando por las redes sociales de encontrar un personaje de esos que pocas veces aparecen, que disfruta de las películas de terror tanto y más que yo.

Se me apareció como aparecen las personas importantes en la vida; de repente y mientras uno tenga la guardia baja. Hablando de cine, de vino y de todo eso que por estar viviendo lejos de mi casa y mis amigos, no había tenido oportunidad de repasar con juicio.

Con el estimado Don Gato intercambiamos ideas algún tiempo a través del espacio constante y confiable que ofrece una red social; hasta que se hizo imperativo hablar personalmente. Yo, que siempre he tenido mis prevenciones con la gente nueva, me  di al trabajo de verificar que Don Gato no fuera un asesino en serie a través de algunos amigos en común (Que si eran parte de mi día a día), así que una vez finalizada la verificación de antecedentes,  me di permiso de aceptar y así acordamos encontrarnos para sentarnos a echar chisme.

Fue así como tuve la oportunidad de acompañar a Don  Gato al borde de esa piscina que tantos conocemos y que ha sido testigo de cientos de cigarrillos y botellas de múltiples tipos de licor, a darle buena muerte a un par de botellas de vino escogido tras pocos acuerdos, ya que felizmente compartimos gusto por el mismo tipo.
Muchos cigarrillos se fueron (¡Oh! ¡Tiempos aquellos, en los que fumaba como trabajadora sexual privada de la libertad!), mientras sosteníamos una de esas charlas sobre cine, sobre la vida, el universo, los amigos, los enemigos y la felicidad. 

Me encontré con una de esas personas de una en un millón. Mucho se habló... Vino el gato vecino del sector a visitarnos, también vinieron zancudos y varias alimañas de las que desconozco el nombre (pero de las que conservo el recuerdo de sus alimenticias picaduras). Se acabó el vino, se acabaron los cigarrillos, se vino el día y con la madrugada se hizo evidente un asunto: ¡¡¡No tenía ni la más remota idea cómo se llamaba mi amable compañía!!!
Los amigos lo conocían como Don Gato. Yo lo conocía como Don Gato, en redes sociales era Don Gato, así que solo hasta pasadas las botellas de vino y bastante nicotina caí en cuenta que seguramente “Don Gato” no figuraba así en la partida de bautizo.
Insistí bastante sin duda; no voy a entrar en detalles, pero quien conoce a Don Gato sabe que no es un "chico fácil".  Se rió de mí, se burló que habiendo averiguado su vida y obra antes de conocerlo, no hubiera caído en cuenta de indagar algo tan sencillo como su nombre.  Insistí, insistí, insistí y al final de tanto, para decirlo puso un par de condiciones que rápida y gustosamente acepté.

Realmente tengo que admitir que fue divertido averiguarlo. Interesante. Inolvidable.
Serían muchas las veces que repitiéramos el plan; cigarrillo, vino, o café fueron siempre buena compañía; y serían muchas las tardes de compañía inteligente que Don Gato me regaló en Cali.

Serían muchas las horas compartidas, mucho lo que se aprendió, pero esencialmente el estimado Don Gato será recordado en mi vida por haber sido el que puso un “¿Cómo es que te llamas?” Al final de la jornada, no al principio, como la gente común

...Momento…!!

Eso lo explica todo…

3 de noviembre de 2014

Iván Poveda: Historias




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A la fecha no recuerdo cuantos blog he empezado, lo abro, lo vuelvo agradable a la vista y siempre encuentro una disculpa para no actualizarlo, después se me olvida la clave y me da pereza seguir con ese proyecto. 

Así saco y saco disculpas, entre ellas que no me gusta escribir o "soy ingeniero... A mi hábleme de productividad".

Sin embargo a veces aparecen proyectos especiales, los cuales motivan a personas queridas y merecen el esfuerzo. Esta es la historia sencilla, tan sencilla como sostener una discusión con café o cerveza, ya sea de política, qué tan buena estuvo la última película que hicieron Tarantino con George Lucas, o discutiendo temas más profundos como si una vieja se ha puesto más buena o no.

La historia no debe dejar a un lado aquellos momentos en que nos colaboramos en el ámbito profesional, con tal vez la única intención de generar mejores seres humanos, y terminamos de manera altruista y una cerveza de por medio dictando una conferencia o ayudando en un salón de clase. Donde al final termina uno hablando de las últimas tendencias masónicas y cómo deberíamos inscribirnos en el próximo viaje sin regreso a Marte.

Eso es parte de la interacción con Don Gato, persona grata y de buen conversar con la cual vale la pena compartir un café; esta es una historia que se cuenta cada vez que tenemos la posibilidad de conversar y de esas oportunidades que uno hace con gusto.

May you live long and prosper


2 de noviembre de 2014

Carlos Cuervo: Una Consideración.



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Como consecuencia a una petición que Armando José me trasladó en estos días, por la cual mencionaba su deseo de ser descrito por algunos de sus amigos, desarrollé en estas líneas mi opinión sobre el joven que conocí hace unos diez años.

Corría el comienzo del año de 2004 y en mi establecimiento Caffetto, ubicado en ciudad Jardín se hacía necesario la incorporación de algunos jóvenes universitarios para realizar labores de ventas como meseros o barman, de esta manera y por recomendación de la estudiante de psicología Martha Claudia Arias, llegó a finales de ese enero el estudiante de ciencias políticas y constructor de visionarios proyectos.

Ya por aquella época Armando acariciaba la idea de convertir a su proyecto encuentro local de poesía Nocturno en una cita anual a la que concurrirían jóvenes y noveles escritores. 

Este encuentro procuraba invitar a los principiantes en el arte de escribir a perseverar en sus esfuerzos y ese año tenía la particularidad de unir esta actividad con otras facetas culturales. Igualmente él quería a la par desarrollar una investigación sobre la proyección de las industrias culturales, convirtiendo ese estudio en una base de su proyecto de tesis de grado.

Armando es un hijo único, con una personalidad caracterizada en esa época por la severidad, al igual que todos los chicos que no tienen hermanos, a veces un poco distante o en otras ocasiones autoritaria. Aun así no era sorprendente notar como lograba vender sus propósitos e ideas con valentía, aun proponiéndolos en auditorios conservadores y excluyentes.

Toda esta actitud me llevó a apoyarle en la realización de ese segundo proyecto en asocio a dos clientes y amigos que lo co-patrocinaron; esa fue una noche en la que demostró que tenía la madera para conducir y administrar cualquier proyecto cultural, en la medida que su madurez y la experiencia, que se acumula con los años, le permitieran buscar actividades con mayor envergadura.

Compartimos el amor por el rock clásico, mas no el del tequila y si el de los Martini secos, así que compartimos tertulias, risas y discusiones sobre política, tema que sin duda nos ha apasionado a los dos.

Hoy en día marchamos un poco alejados, aunque a través de redes sociales cada uno se entera de los esfuerzos del otro y así he conocido de sus adelantos académicos y de algunas de sus historias personales.

Imagino que la llegada a sus treinta y un años lo debe tener pensativo y observante ante las acciones y eventos futuros, que vendrán con esta década nueva que comienza a transitar y a vivir y en la que de seguro oiré hablar mucho de él.

Finalmente Armando recibe un Feliz Cumpleaños y que esta treinta y una vuelta al sol te colme de realizaciones exitosas y de nuevas inspiraciones.


CC.