14 de julio de 2017

Boulevard (Sin Preocupaciones)



Graffiti By: Christian Guémy


Llegaba el Tren a su destino, el día estaba más iluminado que siempre y las horas pasaron como la juventud de un zapatero. Había dormido por lo menos un par de horas, algo así como el espacio de salir de la ciudad y la entrada al campo, se sentía renovado, la mala noche y la ansiedad le habían donado una sesión de insomnio que ya comenzaba a pesarle en los hombros.

Tomó su mochila y su guitarra, observaba la ciudad, recordaba que había estado en un par de oportunidades en su infancia, una de las pocas veces en que su padre le llevó a conocer a aquellos familiares lejanos, pero realmente nunca había estado en la ciudad con claridad en su memoria.

Caminaba por las calles con total distracción, sabía bien por dónde tomar camino para la casa de Lucía, tenía las indicaciones anotadas en su teléfono móvil, sin embargo caminaba distante, ajeno al entorno, con la mente quién sabe dónde.

Perdía su mirada en la gente que pasaba a su alrededor, como si el verles pasar le dieran la orientación que requería. Colgaba de su hombro su mochila y en ella la ropa que juraba no iba a necesitar, pues esperaba regresar pronto a casa acompañado claro, de su enamorada María, la santa.

Sin embargo las preocupaciones no parecían venir en mente, caminaba y se dejaba llevar por el veraniego sol de media mañana, pensaba en María, pero no de la manera temerosa en la que piensa un caballero que busca el perdón.

Su mirada desprendía toda la vitalidad que la juventud le rezagaba, de cierto modo se sentía insatisfecho por el tipo de relación que había cosechado con María Isabel, sin embargo, se prometía a sí mismo poderle amar mejor, planeaba tácticas de (re) conquista y hasta versaba poemas de Benedetti para cortejarla.

Caminaba circunspecto, atareado en pensamientos, con la mirada enfocada en la nada, como si sus pasos fueran automáticos y llegasen al rumbo determinado sin necesidad de conciencia alguna.

No era fácil interpretar su caminar, sus pensamientos revelaban la decisión de recuperar a María, su gestualidad le daba la corona que le hacía falta para proclamarse rey de la mañana.

Un rey que era un completo extraño para todos. 

Un ciudadano que llegaba de visita con la promesa frágil de recuperar un amor que perdió. Un caballero que vagaba paso a paso por el boulevard sin llegar a destino alguno, solo caminaba con la mirada viva y el cabello ondeando al ritmo del viento de la mañana.

Llegó al final del boulevard principal de la estación de trenes, donde se conectaba con el parque central de la ciudad. Allí buscó la parada de Taxis, miró su teléfono y escribió un mensaje a María, había llegado y solo pasaba el tiempo justo para que el taxi le llevase a dónde ella estaría.

Tomo el primer taxi que se le cruzo en la vía, y dando las indicaciones de nomenclatura necesarias, se recostó en la silla trasera esperando que el conductor le llevase a dónde sus preocupaciones le motivaban.

Observaba a la gente caminar por la ciudad, le era un nuevo escenario y de cierto modo su mirada se llenaba de vida con lo que observaba, se sentía completo, como una recarga justa de vida, como si se hubiese enfrascado en un pasado incompleto, o en una secuela de malas decisiones.

Se recostó a terminar de descansar el sueño que se había tomado en el trayecto de tren, nuevamente la ansiedad aparecería y mientras observaba a la gente pasar, como un rey extraño, se acomodó en sus pensamientos.

En las preocupaciones del corazón.

***
De la Serie: Canciones de Amor y Otros Demonios.
Adaptación Libre de la obra: El Extraño de Pelo Largo (1987) [Habitaciones Extrañas]
Compositores: Enrique Masllorens, H. Lezica.

AV


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