13 de julio de 2017

Hay Veces (Antes)






Mr Bojangles.
Original cat painting By: Sarah Taylor

Cada viaje trae consigo una carga de emociones que son en su mayoría, expectativas de la travesía que comienza. Para Mario tal travesía era más bien la continuidad de una ansiosa búsqueda de redención y perdón.

Hay veces en que no se quiere ver a nadie, a nada, ocasiones en que el alma solo quiere soledad y extremo silencio. Sabía que había cometido un error fatal, que María estaba molesta y casi que con el corazón listo para abdicar toda posibilidad de hacer real ese mundo que alguna vez juntos soñaron. De hacer ¡zas! esa ensoñación que habían reservado para el futuro.

Hay ocasiones en que la mente no quiere ni tocar el cuerpo de quien se ama, momentos en que solo se desea ahogar el alma en un grito para poder olvidar (o aliviar el dolor).

El tren comenzó a tomar rumbo al sur, sentado al costado izquierdo del pasillo, en silla de ventana, comenzó a observar el paisaje gris de una ciudad que comenzaba a volverse verde y azul, se sentía triste, pero así como el sol hacía desaparecer la neblina, sus emociones se desvanecían acorde se acercaba el tren a la ciudad de destino.

Quería olvidar por un momento la imagen sonriente de María en su mente, pero no se atrevía por la sencilla razón de que aún le soñaba, a diario. Le deseaba, le dejaba amarse en su inconsciente, como un segundo volumen de la memoria.

Le acariciaba en su mente. 

Recorría los verdes campos del valle por la ventana observando el azul del cielo golpear los cultivos de arroz y caña de azúcar; la acariciaba lentamente dejándose guiar por el deseo, la acariciaba hasta sentirse impotente.

Deseaba morir con ella, poder olvidarse del mundo entero y encerrarse con ella en un universo paralelo, morir si fuese justo, juntos por supuesto, olvidar todo ser vivo y materia, olvidar todo pasado y recorrer las estrellas como un único ente de amor.

Sonaba lindo en su mente, sin embargo, era de no atreverse a tales deseos, de alguna manera por más poeta que fuera, su interacción con el mundo real le daba golpes al pecho, como esa señal egoísta de querer vivir en el hedonismo de la poesía y la urbanidad.

Mientras recorría los campos del valle en tren, comenzaba a reflexionar (quizás a  angustiarse levemente) sobre lo que fue su relación, los errores cometidos, los anhelos extintos; pensaba, que habían ocasiones en que a pesar de no saber qué le ocurría, algo se movía a sus adentros.

Ocasiones en que le era imposible saber qué es lo que pasa adentro de sí (todo el tiempo), se sentía vulnerable, como la niebla que cedía ante el poderoso sol de la mañana.

“Somos gatos en celo” se dijo a sí mismo. 

Jugaba con las llaves golpeándolas contra la ventana, jugaba con la figura de las gotas de agua y el vidrio empañado por el calor interno (intenso). Sentía comportarse como un felino rebelde, como un ente sin rumbo, una célula que explota ante toda presión.

Sentía que ya nada podía detenerlo. Iba camino a casa de Lucía a buscar a la que jura, es el amor de su vida.

El tren directo al sur proseguía su camino con más calma que la que se sintiese en el corazón de un poeta despechado.

Quería escribir alguna canción que le inspirase el trayecto, pero nada le surgía, quizás, porque se sentía vacío, como queriendo ahogarse en un grito, como queriendo olvidarse del mundo mismo, o de ella, de María.

O quizás, era simplemente esa ansiedad que le llevaba a no saber qué es lo que pasa adentro de sí.


***
De la Serie: Canciones de Amor y Otros Demonios.
Adaptación Libre de la obra: La célula que explota (1990) [Vol. 2]
Compositor: Saúl Alfonso Hernández Estrada.


AV

No hay comentarios.: