10 de julio de 2017

Emprender el Viaje (Ángeles Caídos)





Art of Lowell Herrero

Cada mañana trae su afán. Mario comenzaba desesperadamente a organizar sus pertenencias y artículos de valor en una mochila mientras contaba una y otra vez su lista de accesorios para llevar. Sería un viaje inicial de dos a tres horas en Bus, si estaba de suerte, conseguiría pasaje en el tren.

Salió con la puntualidad que su ansiedad le permitió abordar, llegó a la estación de buses al otro lado de la ciudad y encontró que solo había pasaje para viajar dentro de una hora y media. No le era conveniente si seguía en mente con el plan de llegar a almorzar con María.

La estación de trenes estaba cerca, alrededor de veinte minutos tomando un taxi, por la cercanía el valor sería de una carrera mínima y quizás con suerte llegaría para tomar un puesto. 

Comenzaba a recordar pasajes de su vida, especialmente de su niñez, de sus tiempos de viajar en Tren rumbo a las vacaciones en casa paterna, pero sabía que el tiempo no le era favorable y ante ello decidió, como un acto de amor, al mundo hacerle frente.

Tomó camino a la estación de trenes, por cada tropiezo o caída sentía en su profundo corazón que debía de seguir, de hacerle frente, como un hechizo cotidiano, como un afán súper humano.

Sabía que no abandonaría nunca su deseo por estar con María, que jamás dejaría de lado ese sentimiento tan profundo que le empujaba a buscarle, como si fuese un mundo exclusivo para ángeles caídos.

Sabía en su interior además, que el amor mismo que sentía le llevase a recibir, de parte de ella, algo tan valioso que dejara mudos a los mismos ángeles del camino, que le ayudase a recuperar el tiempo perdido y por qué no, que le diese los frutos suficientes para llenar su vacía alma, su agotado espectro.

Mario tenía la esperanza (muy vaga por cierto) de encontrar en casa de Lucía, la hermana de María Isabel, una fiesta grande y pintoresca, una fiesta soñada donde pudiesen conversar y bailar, donde pudiese decirle a ella, a María, que por amor es que uno hace lo que siente, y que por ese mismo deseo, el del amor, es que se pueden con el corazón llegar a observar ángeles caídos al costado del camino.

Poder expresarle en palabras sinceras, y no en canciones, que por amor es que seguiría el camino de buscarle, el camino de entregarle su alma si fuese justo y necesario y cómo no, poder, por amor (o en nombre del amor, quizás) seguir sin importar el costo de la vida.

En realidad eran más las expectativas que el principio de realidad que adornaba la mente de Mario, su deseo por estar de nuevo con María le llevaba, incluso, a inventar caminos y canciones, a encontrar ángeles caídos donde solo hay vacíos en el pavimento, a escuchar el susurro del mundo y a levantarse siempre, por cada caída que tuviese.

Llegó a la estación de trenes y tarareando una melodía ("Uh uh uh... Mírame... Uh uh uh") miraba la hora en su reloj de mano, eran las siete de la mañana y el tablero en la estación informaba que el próximo tren partía a las siete y treinta minutos.

El tiempo justo para comenzar a viajar al Sur.


***
De la Serie: Canciones de Amor y Otros Demonios.
Adaptación Libre de la obra: Es por Amor (1986) [GIT Volumen 3]
Compositores: Pablo Guyot, Willy Iturri, Alfredo Toth.


AV

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